Apoyo emocional a una persona que ha tenido COVID

Apoyo emocional a una persona que ha tenido COVID

Hola. En esta oportunidad, quiero referirme a cómo apoyar a una persona que ha tenido COVID, y que ha quedado con secuelas emocionales.

Para ello, me centraré en tres fenómenos que pueden repercutir negativamente: las crisis respiratorias, el síndrome post-agudo de la infección, y la conducta de la gente en la calle.

Voy a dar ejemplos que pueden herir algunas susceptibilidades, así que adelantaré que los síntomas emocionales tienen recuperación, sobre todo cuando un paciente cuenta con un ambiente suficientemente empático.

Crisis respiratorias

Sabemos que, dentro de las personas que desarrollan la enfermedad por este SARS-Cov-2, existe un grupo que llega a ver muy comprometida su capacidad respiratoria, y requiere de tratamiento en una unidad intensiva.

Los equipos de salud intensivos se empeñan nada menos que en salvar las vidas de los pacientes que reciben allá, y han estado sobre exigidos técnica y humanamente por más de un año.

Entonces, resulta comprensible que la experiencia emocional de los pacientes quede relegada a un segundo plano, aumentando las posibilidades de que aparezcan trastornos de estrés agudo o de estrés postraumático.

Estos trastornos aparecen cuando una persona siente amenazada su integridad física o su vida, cuando la situación sobrepasa sus capacidades de adaptación, y también las capacidades de ajuste del entorno.

Lo que se produce ahí, es una interrupción o un arrasamiento de la continuidad de la existencia del paciente, y las consecuencias pueden ser varias:

  1. Síntomas disociativos, que incluyen la sensación de que uno ha dejado de ser el mismo, o de que ha cambiado la relación que uno tiene con la realidad.
  2. Síntomas marcados de evitación, que se refieren a esfuerzos para evitar recuerdos de la hospitalización, o situaciones vinculadas directamente con la enfermedad, o que pudieran abrir la posibilidad de un re-contagio.
  3. Síntomas de intrusión, que implican recuerdos o sueños angustiosos recurrentes, y relacionados con la enfermedad.
    • Un paciente despertaba sobresaltado a media noche, alucinando que estaba dentro de una bolsa negra. A esta persona en realidad le había tocado ver cómo embolsaban a pacientes fallecidos, en la misma sala donde él estaba hospitalizado, y se preguntaba con terror si el próximo sería él.
  4. Síntomas de alerta exagerada, que pueden incluir un estado emocional irritable, extremadamente atento a lo que pasa al rededor, o a ratos muy desconcentrado.
    • Otra paciente, no conseguía relajarse, porque en esos momentos aparecía un súbito temor a dejar de respirar. Ella no requirió hospitalización, pero le tocó estar en cuarentena sola y monitorear conscientemente su propia respiración, entre períodos de ahogos.
  5. Incapacidad persistente para experimentar emociones positivas.
    • A veces las familias notan a los pacientes irritables, o muy aislados, y pueden tender a culparlos para que reaccionen, como creyendo erróneamente que no están agradecidos por estar de vuelta en sus casas.

Síndrome post-agudo

Un segundo fenómeno a destacar, y que puede repercutir negativamente en la salud emocional de quienes han tenido COVID, se deriva de aquello que hoy en la literatura se está describiendo como síndrome post-agudo del COVID”.

También se le está conociendo como “long-COVID”, y se refiere a un conjunto de signos y síntomas que desarrollan algunas personas, sin importar qué tan leve o grave fue la fase aguda de su enfermedad, desde el punto de vista respiratorio.

En síntesis, los pacientes suelen describir que se sienten “muy viejitos”, y ello engloba varias alteraciones, que perduran alrededor de 6 meses, e incluyendo una sensación de cansancio crónico, de menor coordinación motora, y de pérdida de agilidad mental.

Aun es mucho lo que ignoramos sobre cómo se comporta este Coronavirus en el organismo humano, y es posible que la gente, quizás con una mezcla de temor y de negación defensiva del tema, prefiera desconocer este aspecto de la enfermedad, pudiendo comparar a una persona en recuperación imprudentemente con la vecina que no tuvo ningún problema, o con el sobrino que ya volvió a trabajar.

A veces el síndrome post-agudo se malentiende como signo de hipocondría, cuando de por medio en realidad se están observando secuelas neurológicas y sistémicas de la enfermedad.

El sentirse debilitado, sin claridad de cuándo va a pasar, y además con poco apoyo del entorno, suele desencadenar trastornos depresivos (con culpa por haber sobrevivido en vez de otras personas, o por sentirse como una carga), o también trastornos ansiosos (evitando salir a la calle por temor a no tener control del cuerpo, de un recontagio). 

Actitud de la gente en la calle

Acá, es frecuente encontrar una paradoja:

  • Por una parte, está el aislamiento y el recelo con que suele mirarse a las personas que han sufrido de COVID-19
  • Pero, por otra parte, está el incumplimiento de las medidas de distanciamiento y seguridad de muchos, como si la enfermedad no existiera.

Son frecuentes las quejas de los pacientes convalecientes, porque otras personas no guardan distancia social, o porque se enojan si piden que la mantengan. Esto les hace más difícil reintegrarse a los espacios donde suponen que se contagiaron.

Recuperación

Ahora, en la recuperación de todo esto, como adelantaba, es clave la empatía que podamos tener. Y, por empatía, no me refiero sentir lo mismo que una persona con secuelas emocionales por el COVID, sino a recordar cómo se siente uno cuando es respetado y acogido con sus experiencias emocionales difíciles, para brindarles algo de eso, de modo que ellos mismos puedan ir acogiendo sus experiencias también, y recuperándose a su ritmo.

Si observas que esto no alcanza a ser suficiente, siempre puedes pedir ayuda profesional.

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